jueves, 4 de octubre de 2007

Teatro para lectores

Sala de Profesores de algún Instituto casi vacía. Sillas, mesas, una máquina de café. Juan espera ante la máquina el suyo. Entra Alberto.

JUAN: he cogido una obra de teatro de la biblioteca.
ALBERTO: pues ya tienes suerte en encontrarla.
JUAN: hombre, hay poco, pero menos hay en otros sitios. He leído Ana en el trópico.
ALBERTO: ah, qué bien. ¿Sabes qué pensé cuando la leí?
JUAN: que era un buen papel para Lolita.
ALBERTO: je, je. Que la interpretara Lolita en su estreno en España le dio fama, pero el Pulitzer se lo ganó antes y bien ganado.
JUAN: bueno ¿y qué?
ALBERTO: pues que el café o se te enfría o me lo tomo yo (lo coge y da un sorbo).
JUAN: qué cara tienes, macho.
ALBERTO: pues eso, que yo me dije: si Lorca viviera, hubiera escrito una cosa así.
JUAN: anda que parece que te has tomado un carajillo en vez del café.
ALBERTO: ahora que si quieres flipar en colores, léete El chico de la última fila.
JUAN: ay, tú si que flipas (echa otra moneda y elige su café).
ALBERTO: que sí, tío, mira, ¿tú te imaginas lo que es para nosotros, profesores de literatura, una obra de teatro en la que la historia se basa en las redacciones que un profesor va corrigiendo de su alumno?
JUAN: ah, otra obra de teatro sobre la lectura.
ALBERTO: sí, las dos hablan de la lectura y la escritura, en eso al menos coinciden.
Oye, ponme uno solo que es que a mí con leche no me ha gustado.
JUAN: qué carajo.
ALBERTO: carajillo.
JUAN: cara dura

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