martes, 14 de agosto de 2007

Miguel Hernández en el corazón


Leo con satisfacción cómo instituciones públicas y ciudadanos se afanan en preparar el centenario de Miguel Hernández: el poeta que tal vez Garcilaso hubiera deseado ser.


Conocí a Miguel Hernández contagiado por el entusiasmo de un profesor de literatura sin vocación -Pedro Villarejo- del bachillerato de entonces. Aunque era profesor por obligación, la faceta de escritor -que prefería- nos iluminaba día a día con sus lecturas y comentarios llenos de entusiasmo. Recuerdo el fervor con el que nos mostraba convenientemente protegidas las cartas que de Josefina Manresa, viuda del escritor, había recibido. Todavía recuerdo hasta algunas palabras del texto.


A los pocos meses gané un concursillo que él mismo convocó entre los alumnos y tuve como premio unas obras completas de Miguel Hernández que por supuesto conservo aún, a pesar de que hayan perdido la unión en algunas partes. Pasados los años y convertido ya en filólogo y profesor hasta hice algunos estudios sobre su obra y los publiqué.


A veces recuerdo imágenes de Hernández como si las hubiera presenciado. Lo recuerdo subido a los árboles por Madrid, leyendo a Góngora en una peña o rescatando a dentelladas a Ramón Sijé de su sepultura; barriendo con su escoba, llorando con unas nanas o enfermo entre rejas.
En la copia del manuscrito de Ascensión de la escoba que encabeza este artículo vemos sus trazos y un dibujo del caballo de madera que haría para su hijo (lo he usado a veces para convencer a los tozudos estudiantes de que hasta los grandes escritores corrigen continuamente lo que escriben). Conocer su vida es un auténtico ejemplo; leer su obra, un verdadero latigazo. No creo que haya un autor de nuestra historia que pueda conmover mejor a nuestros jóvenes. Por eso, comenzaré por lo que me toca a celebrar antes que los cien, los noventa y siete y los noventa y ocho...

2 comentarios:

  1. Hermoso post sobre Hernandez, Miguel.
    Conoci la obra de este poeta gracias a un increible profesor de Literatura, don Alfredo Maxit, quien nos contagiaba su pasion organizando recitales de poesia española.
    Felicitaciones tambien por tu blog, que añadire a mis lecturas.
    Cordiales saludos.

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  2. Muchas gracias, Alejandro. me alegra saber que ha habido gente a la que le ha pasado lo mismo. Y por cierto, yo también ando metido en organizar recitales con el alumnado y hasta ahora me va bien.

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